Blogia
PATRIA Y HUMANIDAD

EL PESO DE UN POEMA EN BRONCE

EL PESO DE UN POEMA EN BRONCE

Luis Sexto 

La Unión de Periodistas de Cuba, con el apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad, perpetuó, en una tarja de bronce, ese poema de Bonifacio Byrne cuya última estrofa todos los cubanos sabemos de memoria: “Si deshecha en menudos pedazos/ llega a ser mi bandera algún día.../ ¡nuestros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía...!”
Se trata de Mi bandera. Fue Camilo Cienfuegos quien, en un día de plenitud patriótica, poco antes de desaparecer, recordó al presente y al futuro que ese poema nunca podría ser olvidado. Byrne recogió en las diez estrofas de sus versos la decepción del cubano que, al mirar hacia el Castillo del Morro, veía entonces a su bandera subordinada a bandera extraña, después de 30 años de pelea inclaudicable por entregarle a nuestra insignia todo el espacio del cielo. De memoria debíamos saber, pues,  no solo la última estrofa, sino todas las demás. Recitar sin baches, por ejemplo, la quinta, que dice: “Orgullosa lució en la pelea,/sin pueril y romántico alarde:/ ¡al cubano que en ella no crea/ se le debe azotar por cobarde!”
Estamos viviendo en un mundo donde la globalización prohijada por los centros del poder financiero y geopolítico, amellan  los sentimientos patrióticos, convirtiendo en banderas universales las imágenes publicitarias de la Coca Cola y la MacDonald. Conviene, en efecto, a la unipolaridad del mundo, que el patriotismo y el sentido de la nacionalidad desaparezcan en la conciencia de los pueblos. Sólo el amor a la tierra natal y la devoción por la bandera, son las armas con que los países víctimas de la voracidad globalizada  pueden defenderse. Porque detrás del valor simbólico de una tela, late una historia de vergüenza y fidelidad a una cultura y a un modo de ser nacional.                                                                                                                                          Por ello, ¿podemos los cubanos, en medio de nuestra rebelde  insularidad, tener solo en cuenta la última estrofa del poema del matancero Bonifacio Byrne? Sí, en verdad, nuestros muertos serían capaces de alzar los brazos y defender la bandera por la que murieron. Pero, sobre todo, los muertos podrían suponer que los vivos, los cubanos de hoy, permanecemos dispuestos a defender el derecho de nuestra bandera a flotar sola, amplia, soberanamente en el cielo que los mártires le conquistaron. Nadie discute que es difícil, injusto, vivir en medio de dificultades materiales causadas, en porción decisiva, por quienes desean someter al país. Pero nadie puede dudar que es mucho más difícil vivir sin bandera. Ese es un mensaje que proviene de mucho más allá de estas letras que a algunos podrá parecer  similares a otras.
Hace unas semanas, el 24 de febrero, se cerraron 111 años de aquella explosión  insurrecta que estremeció a Baire, y a otros sitios de Oriente y Occidente en un grito de patria y libertad que fue voz de Cuba toda. Aquellos compatriotas valoraron más el sentimiento de patria que las sensaciones de comodidad, de hartazgo. Cuba no era en ellos un estómago, sino un corazón. Bonifacio Byrne nos hace recordar la tristeza absoluta de vivir sin patria,  en un poema que ahora permanece grabado en un sitio de La Habana Vieja, desde donde se ve el Morro con nuestra enseña en el palo mayor.

0 comentarios